LA CONFESIÓN DE UN GRANUJA de PEP COLL

No es un granuja quien confiesa. Una vez más es la pintura. Aquella que huye de interferencias,  rechazando resultados finales tan sólo aceptables. Una pintura firmada por Pep Coll (Palma, 1959), sinónimo de una obra honesta, coherente, sincera capaz de abstraernos de la idea y del pensamiento para, simplemente, vivirla.

Una pintura que no chilla, que hace que la escuches, que repares en ella. Somos testigos inconscientes de instantes vitales, que reposan en la obra, sin una pincelada más gruesa que la otra, con mesura, con serenidad. Nos ocupa una pintura vivida, sufrida a partes iguales, pero siempre en libertad, credo del pintor Coll.

Se sabe superviviente, en gran parte gracias a la capacidad de lucha pictórica e intelectual. La pintura ya hace mucho tiempo dejó de ser sólo una manera de expresarse, para convertirse en un refugio (hogar de los amantes del arte). Refugio de vivencias propias, de obsesiones que pasean entre la historia, el teatro, el cine de culto, la poesía, la música, entre claroscuros. El pintor se aferra a ello, como único camino para reencontrarse consigo mismo.

No busca excusas pictóricas, encuentra razones de ser. Hábil provocador, tan sólo le pide a la vida respuestas que lo provoquen más. Hace años se dejó seducir por el poema de Serguei Esenin (1895-1925) que ha estimulado una muestra pictóricamente sólida, en la que los humedales, las escaleras ascendentes o descendentes según se mire, los relojes de arena desdibujados, y unos fondos cada vez más ricos, nos llevan a experimentar una vivencia pictórica única, real y sincera. El color, como a lo largo de su trayectoria está presente, dejando de ser protagonista, para ser reclamo que nos lleva a todo un mundo pictórico creado por Pep Coll, que va bordando un discurso maduro. Es inevitable pensar que la madurez vital comporta la madurez pictórica. No siempre es así.

Los que conocemos bien al pintor, adivinaríamos que el extenso poema ha sido una clara influencia, hasta el punto de convertirse en el norte que le lleva a firmar una exposición exquisita. Lo que se traduce en un buen momento pictórico.

La experiencia litográfica del pintor ha sido enriquecedora para la pintura, y a la inversa. La una bañada por la otra, dan forma a una exposición que supone el retorno del pintor a casa, a la Casa 6a. La confesión de un granuja, además de ser el poema que ha estimulado la obra más reciente, pone título a un conjunto de obras entre pintura y obra gráfica original, que nos invitan a un paseo de equilibrio.

La muestra en sí misma es una confesión. Pep Coll desviste su alma en todas y cada una de las pinceladas sobre las telas, los papeles o las piedras litográficas. No siempre se está preparado para tal avalancha de honestidad pictórica. Debemos tomar consciencia de la pintura sincera. Pep Coll, la pintura, confiesa, siempre.

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Exposiciones